Pues para empezar “una en la
frente”. Buscado y rebuscado por toda la literatura médica, el “corte de digestión” no está reconocido
como una entidad.
Todos los años oímos casos de niños (y adultos) que fallecen en el mar o en
piscinas, en ocasiones después de comer, pero en otras no. Pero, ¿qué está
ocurriendo realmente en estos casos? Pues el nombre correcto es hidrocución o
shock termodiferencial (¡qué palabras tan raras!). Realmente es una reacción
vagal (como cuando nos vamos a desmayar y nos ponemos pálidos y sudorosos) al
meternos en el agua. Si no es muy importante, nos marearemos y vomitaremos; si
es más grave, la persona puede perder el conocimiento y, si está en el agua y no
está acompañada, ahogarse. Es más frecuente cuando la temperatura del agua es
menor de 27ºC y no existe ningún estudio que demuestre una relación clara con el
hecho de haber comido antes o no.
Vamos a ver si consigo explicar,
de manera sencilla, cómo se produce este shock termodiferencial, que no es tan
fácil. Al sumergirnos en el agua, los vasos de la piel y las zonas periféricas
de nuestro cuerpo se constriñen (porque
el agua suele tener una temperatura algo menor que la de nuestro cuerpo),
disminuyendo también la frecuencia de nuestros latidos, para que llegue más
sangre oxigenada al cerebro. Esto se llama reflejo de inmersión, es bueno y nos
permite permanecer, en caso de necesidad, más tiempo dentro del agua sin
respirar. El problema viene cuando la diferencia de temperatura entre nuestro
cuerpo y el agua es tan grande que este reflejo falla. Si a esto le sumamos el que
la temperatura de nuestro cuerpo sea mayor (si hemos hecho ejercicio o hemos
tomado el sol previamente), pues peor. Por debajo de los 30ºC paran de
funcionar los mecanismos que tiene nuestro cuerpo para intentar generar calor,
desciende nuestro metabolismo y el consumo de oxígeno. Por cada grado que baja
la temperatura del cuerpo, el flujo del cerebro disminuye un 6-7%. También baja
mucho la frecuencia de la respiración, reflejando este problema cerebral, y se
pueden producir arritmias cardíacas. Entre 32-35ºC la persona puede estar
confusa y por debajo de 27ºC la mayoría de las personas están comatosas, aunque
pueden responder al dolor intenso. Si la persona es rescatada pronto y se
realizan maniobras de reanimación para que vuelva a respirar correctamente, el
daño del cerebro por falta de oxígeno es reversible y las posibilidades de que
se recupere rápido de manera completa son muy altas. Si no, el desenlace puede
ser fatal.
¿Tan frecuentes son los
ahogamientos en verano? Pues, según la Organización Mundial de la Salud (OMS),
los ahogamientos son la 3ª causa de muerte accidental en el mundo. En 2011,
según las estimaciones, murieron por ahogamiento 359.000 personas en todo el
mundo (¡una barbaridad!). Los grupos con más riesgo son los niños menores de 4
años, los jóvenes varones de 15 a 25 años y los ancianos.
A veces los ahogamientos no se
producen por este mecanismo, sino secundario a otro problema anterior que pueda
hacer perder la conciencia, como un golpe antes de entrar al agua, enfermedades
como la epilepsia, alcohol o drogas en adolescentes o ejercicios físicos
violentos.
La frase “Espera dos horas después
de la comida antes de bañarte” es un clásico de nuestros veranos. Pero, ¿tiene
algún fundamento científico? NO, el consejo exclusivo de esperar 2 horas tras
la ingesta no tiene evidencia conocida (aunque es algo que solemos ver repetido
en los distintas guías de seguridad en el agua).
Un grupo de profesionales sanitarios andaluces realizaron un estudio,
publicado en 2011, para identificar el grado de evidencia científica que tienen
los mensajes sobre distintos aspectos de la salud que aparecen en los libros de
texto escolares. Casi un 25% del total de los mensajes analizados no tenían
evidencia conocida (Entre ellos “respirar por la nariz en lugar de por la boca
evita resfriados” o “después de comer no nades, la digestión puede alterarse y
puedes sufrir un corte de digestión”); incluso dos mensajes sobre otros
aspectos de la salud eran contrarios a la evidencia. ¿Moraleja? No hay que
creerse todo lo que leamos, aunque esté en un libro de texto.
¿Cómo podemos prevenirlo? Pues con
sentido común. No hay estudios que se hayan hecho para demostrar que unas u
otras normas tienen algún grado de evidencia. Ejemplos de medidas de prevención
son: Evitar el baño en agua demasiado fría, evitar hacer ejercicio físico
intenso antes de bañarse en agua muy fría, educación sobre las medidas de
seguridad en el agua y reanimación, evitar consumo de drogas en adolescentes, tener
cuidado en las personas con enfermedades previas o esperar un rato a bañarnos
en agua demasiado fría si la comida ha sido muy muy copiosa (no es muy normal
que un niño haga una comida copiosa en verano).
¿Qué hacemos ante un ahogamiento?
Pues creo que es algo tan importante que merece capítulo aparte. Todo el mundo
debería estar entrenado en maniobras básicas de reanimación y, según mi
opinión, es algo que se debería aprender desde el colegio porque SALVA VIDAS. Lo
que sí hay que tener grabado a fuego es que, ante cualquier emergencia, hay que
llamar al 112. Hoy nos quedamos en los mitos y realidades y en lo más
importante, la PREVENCIÓN. Si no hay ahogamiento, hidrocución, shock
termodiferencial, o como queramos llamarlo, no tendremos que actuar ni
lamentar. En verano, vigilemos a los pequeños de la casa y enseñémosles
conductas responsables en el agua.
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
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