El botulismo es una enfermedad
bastante poco frecuente, pero grave, incluso mortal (5-10%), si no nos damos
cuenta temprano de qué es lo que está pasando y le ponemos el tratamiento
correcto. En los adultos y los niños mayores se debe a la ingesta de un
alimento contaminado por una toxina. Vamos a ver un poco mejor de qué va todo
esto. La bacteria Clostridium Botulinum
es una bacteria que produce unas esporas. Estas esporas sobreviven a altas
temperaturas y pueden germinar con poco oxígeno; en su crecimiento, las esporas
pueden liberar una toxina, la toxina botulínica. Si tomamos conservas que no se
han preparado correctamente, la bacteria o sus esporas sobreviven en ese
alimento (ya que las conservas suelen tener poco oxígeno en su interior),
pudiendo producir la toxina, que será lo que nos comamos y nos produzca la
enfermedad. El botulismo también se puede transmitir por heridas infectadas o
por inhalación, pero no es el caso de hoy, así que no lo vamos a comentar
ahora.
Entonces, ¿qué nos pasaría si
tomásemos una conserva en mal estado que contenga esa toxina? Pues los síntomas
empiezan pronto, sobre las 12-36 horas de haber tomado el alimento con la
toxina. Al principio el niño (o el adulto) está muy débil y cansado, algo
mareado; luego verá borroso, tendrá la boca seca y le costará hablar y tragar. A
veces también hay vómitos, diarrea, estreñimiento o veremos la barriga
inflamada. El problema es que, si es una forma grave (ahora veremos que es más
frecuente en bebés menores de un año), se pueden debilitar los músculos del
cuello o de los brazos y, luego, los músculos de las piernas o los músculos que
nos ayudan a respirar.
La bacteria Clostridium Botulinum necesita determinadas condiciones para
crecer. Crece con poco oxígeno y a una temperatura determinada, pero no crece
en alimentos ácidos. Si una conserva está hecha en casa sin precaución o mal
procesada, puede que tenga toxina y darnos este problema. ¿Qué conservas es más
posible que estén afectadas? Pues las de judías verdes, espinacas, setas,
remolacha, pescados como el atún en lata, pescados salados y ahumados o
productos cárnicos, como el jamón o las salchichas, ya que son menos ácidos.
¿Cómo podemos evitar que una conserva con Clostridium
Botulinum produzca esporas y éstas, a su vez, liberen toxina? Pues lo
primero es evitar que la conserva se contamine por esta bacteria, con higiene,
higiene e higiene; en caso de que ya tuviese toxina, la podemos destruir
hirviendo la conserva a más de 85ºC durante, al menos, 5 minutos. Y todo esto ¿qué
quiere decir? ¿Ya no puedo cocinar en casa una ensalada con alubias en
conserva? ¡Claro que sí! Pero usa marcas que sean de confianza, que el bote
tenga bien hecho el vacío, que la lata no tenga defectos. No consumas conservas
que haya hecho cualquier amigo en casa, si no tiene unas mínimas garantías, por
muy buena voluntad que le haya puesto al hacerla.
En los bebés menores de un año
tenemos un problema distinto con el botulismo, ¿por qué? Pues, a diferencia de
lo comentado hasta ahora en los mayores, el bebé pequeño no suele tomar la
toxina directamente, sino las esporas. Como las defensas a esta edad no están
del todo maduras, las esporas crecen en el intestino del bebé, donde liberan
las toxinas (en los niños más mayores y en los adultos, si ingiriésemos
esporas, nuestras defensas sí que serían capaces de destruirlas antes de que
produjesen toxina). Los síntomas que aparecen en los menores de un año también
son distintos: Estreñimiento, menos apetito, el bebé está más débil, llora de
manera distinta y pierde el control de la cabeza; como el botulismo a esta edad
es más grave, es más probable que aparezca debilidad en los músculos
respiratorios. Vale, pero un bebé de menos de un año no es muy habitual que
tome conservas, ¿no?, entonces ¿con qué tengo que llevar cuidado principalmente? Con la MIEL y con el almíbar de maíz, consumido en otros países. Seguro que los que tenéis
bebés pequeños, cuando hayáis ido a la revisión de los 6 meses (que es cuando
solemos explicar todo el tema de la alimentación complementaria), vuestro
pediatra os habrá comentado que nada de miel, al menos hasta el año. Pues esto
tiene una justificación científica (bueno dos motivos, mejor dicho) y no es capricho
del pediatra. El primer motivo es, como ya os he comentado, el mayor riesgo de
botulismo a esta edad y que, además, es más grave. Segundo motivo, porque la
miel es una bomba calórica y de azúcar que un niño tan pequeño no necesita para
nada. Entonces, probablemente, aparezca alguna abuela criticando al pediatra;
ella, cuando criaba, mojaba el chupete de sus “nenes” en miel para que se
callasen y nunca les pasó nada. ¡Qué exagerado es el pediatra! No todos los
menores de un año que tomen miel están abocados a sufrir un botulismo (caries
desde muy pequeño es probable que sí), pero sí que tiene más papeletas. Esto
son probabilidades, antes la mortalidad infantil era mayor… Allá cada uno…
Con respecto al diagnóstico y
tratamiento no voy a comentar nada, no creo que venga al caso. Lo importante,
la PREVENCIÓN: Mucha, mucha, mucha higiene si preparamos conservas en casa. La
industria alimentaria ya ha diseñado sus mecanismos para “desactivar” las
esporas, como la termoesterilización, la pasteurización comercial (aunque no
siempre es 100% efectiva) o la combinación de la temperatura de refrigeración
con el contenido en sal y/o la acidez de la conserva, con lo que se puede
evitar el crecimiento de la bacteria Clostridium
Botulinum, sus esporas y el que liberen toxinas.
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) da 5 recomendaciones para los manipuladores de alimentos y
los consumidores, para que nuestros alimentos sean más seguros:
- Higiene.
- Separar alimentos crudos y cocidos.
- Cocción total.
- Mantener los alimentos a temperaturas seguras.
- Utilizar agua potable y que los ingredientes crudos sean seguros.
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
PD: Podéis ampliar información en
este interesante enlace de Healthy Children,
de la Asociación Americana de Pediatría, actualizado la semana pasada.
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