Como habréis visto, desde ayer estoy de mudanza. Ésta será la última entrada en esta plataforma. ¡Os espero en la web propia http://pediatra2punto0.com!
Hasta la próxima,
Pediatra2punto0 (Dra. Matilde Zornoza Moreno)
miércoles, 27 de julio de 2016
viernes, 22 de julio de 2016
¡Maldito tacatá!
¿Cómo puede ser que, cuando uno
busca en google “tacatá lesiones”
salgan 5.730 resultados o cuando pone “tacatá peligro”
salgan 18.700, y aún se siga usando? Pues sí, desgraciadamente se sigue usando.
El otro día vino a la consulta (a
punto de matarse con el coche por el camino) una mamá al borde del ataque de
nervios. Situación: Sola en casa. Dos niños, uno de 2 años que le pide que le
limpie el culete porque ha hecho caca y otro de 7 meses, el cual había dejado a
buen recaudo mientras tanto en el tacatá. De repente oye llorar al pequeño.
¿Qué ha pasado? Volcado en el tacatá, con un chichón de dimensiones
considerables y la nariz sangrando. Yo también me habría llevado un susto
tremendo.
¿Por qué se usa el tacatá? ¿De
verdad son necesarios? ¿Hay alguna evidencia de que los niños que usan tacatá
anden antes? Pues numerosos artículos indican que los niños que usan tacatá NO ANDAN ANTES que lo que no lo hacen.
Incluso algunos (sólo puedo poner la referencia porque el acceso es para usuarios registrados)
indican que las puntuaciones en las escalas de desarrollo psicomotor son
incluso algo peores en los primeros meses, equiparándose a los niños que no los
utilizan sobre los 12-15 meses. Entonces, por ahora no le veo el beneficio al
aparato. Vamos a seguir indagando…
¿Son tan peligrosos? Si los
siguen vendiendo no lo serán tanto, ¿no? En un estudio americano se indica que, en 2008, 3.298 niños fueron atendidos en los servicios de
emergencias por daños asociados al uso del tacatá. Según otro estudio, es 9 veces más
frecuente que un niño sufra un accidente en casa si tiene tacatá que si no lo
tuviera. Por ahora, lo único que vemos que pueden conseguir los niños que lo
usan es alguna lesión y un buen susto para sus padres. La Sociedad Argentina de Pediatría Córdoba refleja estadísticas en las que el 12%-50% de los accidentes infantiles están
relacionados con el uso de tacatás. ¿Las lesiones más habituales? Golpes en la
cabeza (por vuelcos o caídas de escaleras), fracturas, golpes en los dientes,
atrapamiento de dedos o hematomas, entre otros. El problema es la caída en sí y
que, como el niño no se suelta del tacatá, éste le cae encima. La mayoría
suelen ser lesiones leves, aunque hay casos documentados de ACCIDENTES GRAVES
con riesgo de vida para el bebé.
Entonces, ¿qué dicen los
distintos organismos al respecto? Pues la Academia Americana de Pediatría
ha solicitado que se imponga una prohibición de venta y fabricación de los
andadores con ruedas para bebés. La Alianza Europea para la Seguridad Infantil no recomienda la compra o el uso de andadores, debido al alto riesgo de
lesiones que suponen para los niños, animando también a los profesionales
sociosanitarios que no fomenten su uso. El único país que tiene prohibido su
uso y venta es Canadá, desde 2004. Según mi humilde opinión, el problema aquí
es de doble moral. ¿Por qué los organismos competentes a todos los niveles no
se dedican simplemente a prohibirlos, en
lugar de no recomendar su uso? Pues yo no tengo contestación a esa pregunta.
Yo tenía la sensación de que el
mensaje estaba calando en la sociedad y que hay suficiente información, pero
está visto que no. Según distintas encuestas, hasta un 50% de los niños
ingleses de 3 a 12 meses tienen tacatá. Además, según estudios (http://pediatrics.aappublications.org/content/101/6/1094.2),
hasta un 80% de las lesiones se producen en presencia de los padres; así que no
vale la excusa de que “yo no le quito el ojo de encima”. Mi única opción es
seguir advirtiendo a los padres de su uso, con información científica y veraz.
Por la seguridad de nuestros niños, ¡los tacatás A LA BASURA!
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
sábado, 16 de julio de 2016
El temido “corte de digestión”, ¿existe realmente?
El llamado “corte de digestión”
es una expresión en boca de la mayoría de madres y/o abuelas (creo) del mundo a
la hora de la siesta, cuando su niño le pide que se quiere bañar. ¿Mito o
realidad? ¿Existe realmente? Vamos a ver qué hay de cierto en todo esto.
Pues para empezar “una en la
frente”. Buscado y rebuscado por toda la literatura médica, el “corte de digestión” no está reconocido
como una entidad.
Todos los años oímos casos de niños (y adultos) que fallecen en el mar o en
piscinas, en ocasiones después de comer, pero en otras no. Pero, ¿qué está
ocurriendo realmente en estos casos? Pues el nombre correcto es hidrocución o
shock termodiferencial (¡qué palabras tan raras!). Realmente es una reacción
vagal (como cuando nos vamos a desmayar y nos ponemos pálidos y sudorosos) al
meternos en el agua. Si no es muy importante, nos marearemos y vomitaremos; si
es más grave, la persona puede perder el conocimiento y, si está en el agua y no
está acompañada, ahogarse. Es más frecuente cuando la temperatura del agua es
menor de 27ºC y no existe ningún estudio que demuestre una relación clara con el
hecho de haber comido antes o no.
Vamos a ver si consigo explicar,
de manera sencilla, cómo se produce este shock termodiferencial, que no es tan
fácil. Al sumergirnos en el agua, los vasos de la piel y las zonas periféricas
de nuestro cuerpo se constriñen (porque
el agua suele tener una temperatura algo menor que la de nuestro cuerpo),
disminuyendo también la frecuencia de nuestros latidos, para que llegue más
sangre oxigenada al cerebro. Esto se llama reflejo de inmersión, es bueno y nos
permite permanecer, en caso de necesidad, más tiempo dentro del agua sin
respirar. El problema viene cuando la diferencia de temperatura entre nuestro
cuerpo y el agua es tan grande que este reflejo falla. Si a esto le sumamos el que
la temperatura de nuestro cuerpo sea mayor (si hemos hecho ejercicio o hemos
tomado el sol previamente), pues peor. Por debajo de los 30ºC paran de
funcionar los mecanismos que tiene nuestro cuerpo para intentar generar calor,
desciende nuestro metabolismo y el consumo de oxígeno. Por cada grado que baja
la temperatura del cuerpo, el flujo del cerebro disminuye un 6-7%. También baja
mucho la frecuencia de la respiración, reflejando este problema cerebral, y se
pueden producir arritmias cardíacas. Entre 32-35ºC la persona puede estar
confusa y por debajo de 27ºC la mayoría de las personas están comatosas, aunque
pueden responder al dolor intenso. Si la persona es rescatada pronto y se
realizan maniobras de reanimación para que vuelva a respirar correctamente, el
daño del cerebro por falta de oxígeno es reversible y las posibilidades de que
se recupere rápido de manera completa son muy altas. Si no, el desenlace puede
ser fatal.
¿Tan frecuentes son los
ahogamientos en verano? Pues, según la Organización Mundial de la Salud (OMS),
los ahogamientos son la 3ª causa de muerte accidental en el mundo. En 2011,
según las estimaciones, murieron por ahogamiento 359.000 personas en todo el
mundo (¡una barbaridad!). Los grupos con más riesgo son los niños menores de 4
años, los jóvenes varones de 15 a 25 años y los ancianos.
A veces los ahogamientos no se
producen por este mecanismo, sino secundario a otro problema anterior que pueda
hacer perder la conciencia, como un golpe antes de entrar al agua, enfermedades
como la epilepsia, alcohol o drogas en adolescentes o ejercicios físicos
violentos.
La frase “Espera dos horas después
de la comida antes de bañarte” es un clásico de nuestros veranos. Pero, ¿tiene
algún fundamento científico? NO, el consejo exclusivo de esperar 2 horas tras
la ingesta no tiene evidencia conocida (aunque es algo que solemos ver repetido
en los distintas guías de seguridad en el agua).
Un grupo de profesionales sanitarios andaluces realizaron un estudio,
publicado en 2011, para identificar el grado de evidencia científica que tienen
los mensajes sobre distintos aspectos de la salud que aparecen en los libros de
texto escolares. Casi un 25% del total de los mensajes analizados no tenían
evidencia conocida (Entre ellos “respirar por la nariz en lugar de por la boca
evita resfriados” o “después de comer no nades, la digestión puede alterarse y
puedes sufrir un corte de digestión”); incluso dos mensajes sobre otros
aspectos de la salud eran contrarios a la evidencia. ¿Moraleja? No hay que
creerse todo lo que leamos, aunque esté en un libro de texto.
¿Cómo podemos prevenirlo? Pues con
sentido común. No hay estudios que se hayan hecho para demostrar que unas u
otras normas tienen algún grado de evidencia. Ejemplos de medidas de prevención
son: Evitar el baño en agua demasiado fría, evitar hacer ejercicio físico
intenso antes de bañarse en agua muy fría, educación sobre las medidas de
seguridad en el agua y reanimación, evitar consumo de drogas en adolescentes, tener
cuidado en las personas con enfermedades previas o esperar un rato a bañarnos
en agua demasiado fría si la comida ha sido muy muy copiosa (no es muy normal
que un niño haga una comida copiosa en verano).
¿Qué hacemos ante un ahogamiento?
Pues creo que es algo tan importante que merece capítulo aparte. Todo el mundo
debería estar entrenado en maniobras básicas de reanimación y, según mi
opinión, es algo que se debería aprender desde el colegio porque SALVA VIDAS. Lo
que sí hay que tener grabado a fuego es que, ante cualquier emergencia, hay que
llamar al 112. Hoy nos quedamos en los mitos y realidades y en lo más
importante, la PREVENCIÓN. Si no hay ahogamiento, hidrocución, shock
termodiferencial, o como queramos llamarlo, no tendremos que actuar ni
lamentar. En verano, vigilemos a los pequeños de la casa y enseñémosles
conductas responsables en el agua.
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
lunes, 11 de julio de 2016
¿Botulismo? ¿Con qué tenemos que llevar cuidado?
Hace unos días saltó la noticia, en
distintos medios de comunicación, que dos bomberos habían sido ingresados por botulismo (relacionado con el consumo de alubias en conserva) en la Unidad de
Cuidados Intensivos de un hospital catalán, evolucionando favorablemente.
En la misma semana, la Consejería de Sanidad de la Región de Murcia
también nos ha alertado sobre la posibilidad de que una conserva de ensalada de bacalao pudiese estar contaminada y ser foco de la misma enfermedad. ¿Sabemos
qué el botulismo? ¿Qué cuidados debemos tener en los niños? Como siempre, veamos
lo que nos dice la ciencia.
El botulismo es una enfermedad
bastante poco frecuente, pero grave, incluso mortal (5-10%), si no nos damos
cuenta temprano de qué es lo que está pasando y le ponemos el tratamiento
correcto. En los adultos y los niños mayores se debe a la ingesta de un
alimento contaminado por una toxina. Vamos a ver un poco mejor de qué va todo
esto. La bacteria Clostridium Botulinum
es una bacteria que produce unas esporas. Estas esporas sobreviven a altas
temperaturas y pueden germinar con poco oxígeno; en su crecimiento, las esporas
pueden liberar una toxina, la toxina botulínica. Si tomamos conservas que no se
han preparado correctamente, la bacteria o sus esporas sobreviven en ese
alimento (ya que las conservas suelen tener poco oxígeno en su interior),
pudiendo producir la toxina, que será lo que nos comamos y nos produzca la
enfermedad. El botulismo también se puede transmitir por heridas infectadas o
por inhalación, pero no es el caso de hoy, así que no lo vamos a comentar
ahora.
Entonces, ¿qué nos pasaría si
tomásemos una conserva en mal estado que contenga esa toxina? Pues los síntomas
empiezan pronto, sobre las 12-36 horas de haber tomado el alimento con la
toxina. Al principio el niño (o el adulto) está muy débil y cansado, algo
mareado; luego verá borroso, tendrá la boca seca y le costará hablar y tragar. A
veces también hay vómitos, diarrea, estreñimiento o veremos la barriga
inflamada. El problema es que, si es una forma grave (ahora veremos que es más
frecuente en bebés menores de un año), se pueden debilitar los músculos del
cuello o de los brazos y, luego, los músculos de las piernas o los músculos que
nos ayudan a respirar.
La bacteria Clostridium Botulinum necesita determinadas condiciones para
crecer. Crece con poco oxígeno y a una temperatura determinada, pero no crece
en alimentos ácidos. Si una conserva está hecha en casa sin precaución o mal
procesada, puede que tenga toxina y darnos este problema. ¿Qué conservas es más
posible que estén afectadas? Pues las de judías verdes, espinacas, setas,
remolacha, pescados como el atún en lata, pescados salados y ahumados o
productos cárnicos, como el jamón o las salchichas, ya que son menos ácidos.
¿Cómo podemos evitar que una conserva con Clostridium
Botulinum produzca esporas y éstas, a su vez, liberen toxina? Pues lo
primero es evitar que la conserva se contamine por esta bacteria, con higiene,
higiene e higiene; en caso de que ya tuviese toxina, la podemos destruir
hirviendo la conserva a más de 85ºC durante, al menos, 5 minutos. Y todo esto ¿qué
quiere decir? ¿Ya no puedo cocinar en casa una ensalada con alubias en
conserva? ¡Claro que sí! Pero usa marcas que sean de confianza, que el bote
tenga bien hecho el vacío, que la lata no tenga defectos. No consumas conservas
que haya hecho cualquier amigo en casa, si no tiene unas mínimas garantías, por
muy buena voluntad que le haya puesto al hacerla.
En los bebés menores de un año
tenemos un problema distinto con el botulismo, ¿por qué? Pues, a diferencia de
lo comentado hasta ahora en los mayores, el bebé pequeño no suele tomar la
toxina directamente, sino las esporas. Como las defensas a esta edad no están
del todo maduras, las esporas crecen en el intestino del bebé, donde liberan
las toxinas (en los niños más mayores y en los adultos, si ingiriésemos
esporas, nuestras defensas sí que serían capaces de destruirlas antes de que
produjesen toxina). Los síntomas que aparecen en los menores de un año también
son distintos: Estreñimiento, menos apetito, el bebé está más débil, llora de
manera distinta y pierde el control de la cabeza; como el botulismo a esta edad
es más grave, es más probable que aparezca debilidad en los músculos
respiratorios. Vale, pero un bebé de menos de un año no es muy habitual que
tome conservas, ¿no?, entonces ¿con qué tengo que llevar cuidado principalmente? Con la MIEL y con el almíbar de maíz, consumido en otros países. Seguro que los que tenéis
bebés pequeños, cuando hayáis ido a la revisión de los 6 meses (que es cuando
solemos explicar todo el tema de la alimentación complementaria), vuestro
pediatra os habrá comentado que nada de miel, al menos hasta el año. Pues esto
tiene una justificación científica (bueno dos motivos, mejor dicho) y no es capricho
del pediatra. El primer motivo es, como ya os he comentado, el mayor riesgo de
botulismo a esta edad y que, además, es más grave. Segundo motivo, porque la
miel es una bomba calórica y de azúcar que un niño tan pequeño no necesita para
nada. Entonces, probablemente, aparezca alguna abuela criticando al pediatra;
ella, cuando criaba, mojaba el chupete de sus “nenes” en miel para que se
callasen y nunca les pasó nada. ¡Qué exagerado es el pediatra! No todos los
menores de un año que tomen miel están abocados a sufrir un botulismo (caries
desde muy pequeño es probable que sí), pero sí que tiene más papeletas. Esto
son probabilidades, antes la mortalidad infantil era mayor… Allá cada uno…
Con respecto al diagnóstico y
tratamiento no voy a comentar nada, no creo que venga al caso. Lo importante,
la PREVENCIÓN: Mucha, mucha, mucha higiene si preparamos conservas en casa. La
industria alimentaria ya ha diseñado sus mecanismos para “desactivar” las
esporas, como la termoesterilización, la pasteurización comercial (aunque no
siempre es 100% efectiva) o la combinación de la temperatura de refrigeración
con el contenido en sal y/o la acidez de la conserva, con lo que se puede
evitar el crecimiento de la bacteria Clostridium
Botulinum, sus esporas y el que liberen toxinas.
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) da 5 recomendaciones para los manipuladores de alimentos y
los consumidores, para que nuestros alimentos sean más seguros:
- Higiene.
- Separar alimentos crudos y cocidos.
- Cocción total.
- Mantener los alimentos a temperaturas seguras.
- Utilizar agua potable y que los ingredientes crudos sean seguros.
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
PD: Podéis ampliar información en
este interesante enlace de Healthy Children,
de la Asociación Americana de Pediatría, actualizado la semana pasada.
viernes, 8 de julio de 2016
¿Alguien duda que el tabaco es malo para los niños?
El otro día, hablando con amigas,
comentábamos sobre el tabaco y los niños. Me dio alegría porque, algunas de
ellas fumadoras, entendían que con niños NO se puede fumar. En la consulta, a
diario, tengo padres fumadores y es un gran problema.
En la primera revisión que paso a
cualquier niño, igual que indago en los antecedentes de la familia, también pregunto
sobre si los padres son fumadores, para poder aconsejarlos. Sé que la mayoría de
veces mis consejos caen en “saco roto”, pero si puedo evitar que la exposición
de un solo niño al humo del tabaco merecerá la pena.
Según la Organización Mundial de la Salud,
el tabaco es una de las grandes epidemias, que se ha hecho mucho más frecuente
en la mayoría de los países desarrollados a lo largo del siglo XX y con ello
todas las enfermedades que asocia. Más de un billón de adultos son fumadores en
todo el mundo ¿conocemos las consecuencias que suponen para los niños de su
alrededor? El humo del tabaco tiene más de 7.000 sustancias químicas, de las que 250 son tóxicos conocidos.
Sabemos que un adulto que fuma tendrá más riesgo de cáncer de pulmón, de
infarto o de problemas pulmonares, pero ¿sabemos lo que supone para un niño que
se fume (o haya fumado) al lado suyo? Porque, aunque el niño no fume
directamente, si su padre o alguien a su alrededor fuma, tendrá una serie de riesgos
asociados por ser un fumador pasivo. El fumador pasivo está expuesto al humo
que sale del cigarrillo, al humo exhalado por el fumador, además de a todas
aquellas sustancias que se depositan en la piel del fumador, su ropa o las
distintas superficies que están a su alrededor.
Yo, habitualmente en esa primera
revisión, le explico a los papás los riesgos para su hijo de que se fume a su
alrededor, para que entiendan que esto no es capricho mío. Vale ¿y cuáles son
esas consecuencias que tiene para un niño que se fume (o haya fumado) a su
alrededor?
- Una encuesta entre 17.448 niños americanos demostró que los hijos de padres fumadores, cuando enfermaban, tenían una mayor estancia en casa y, por tanto, más faltaban al colegio.
- El que la mamá fume en el embarazo, o haya sido fumadora pasiva, se asocia a más muerte alrededor del nacimiento, más posibilidades de que el niño sea prematuro, más posibilidades de malformaciones en el niño y que éste nazca con menor peso del que le correspondería. Además, una revisión del Departamento Americano de Salud, del 2014, concluye que la exposición a nicotina en el embarazo tiene consecuencias negativas para el desarrollo cerebral.
- En cuanto al síndrome de muerte súbita del lactante (esa muerte inesperada en un niño aparentemente sano mientras duerme), se estima que, en un 25-40% de ellos, la mamá fumaba en el embarazo y que es 3 veces más frecuente en aquellos niños que tienen alguien que fuma a su alrededor.
- Muchos estudios demuestran que los niños que están expuestos al humo del tabaco tienen más catarros, sibilantes (los conocidos como “pitos”), crisis de asma (más crisis y más severas que las de los hijos de papás no fumadores), bronquitis, neumonía… En general, más procesos respiratorios, ya que es un gran irritante.
- La exposición al humo del tabaco se relaciona con pequeños cambios en la capa interna de los vasos, que asocia desarrollo de arterioesclerosis.
- Parece que también hay relación entre más infecciones del oído y exposición al tabaco, pero los estudios no son del todo concluyentes.
- Un estudio con 3531 niños entre 4 y 11 años asoció niveles mayores de cotinina (sustancia que viene de la nicotina) y más caries en dientes de leche.
- Parece que también hay algunos estudios que indican un riesgo de cáncer en la infancia algo mayor en hijos de fumadores.
Después de todo esto pensaréis
que los padres salen corriendo a tirar todo el tabaco que les queda en casa,
¿no? Pues no es así. A muchos les sienta hasta mal lo que les digo y niegan que
suponga ningún problema para el niño. Excusas varias, que fuman fuera de casa,
que fuman en la galería, que no fuman delante de los niños… Me da igual. La
nicotina y otras sustancias tóxicas se pegan “como una lapa” a nuestro cuerpo.
¿Los fumadores llevan cuidado después de fumar? ¿Se lavan las manos con las que
luego tocan a sus hijos? ¿Se lavan la boca con la que luego les dan besos? ¿Se cambian
de ropa donde se impregnan todos esos tóxicos? Yo creo que no, que los papás
fumadores no son tan escrupulosos. Pues aunque no fumes delante de tu hijo
también le pueden estar llegando sustancias del tabaco. Lo que yo me encuentro en
la consulta es que los niños huelen a tabaco, el humo se pega en todos sitios
con facilidad. En estos casos, mi última herramienta es hacer una analítica
para demostrar a los padres que el niño está respirando nicotina. La cotinina
es un producto de la nicotina que se puede medir en sangre, orina o saliva. En
los niños la solemos medir en la orina para cuantificar su exposición al
tabaco, pero no nos da el nivel de exposición al monóxido de carbono u otros
tóxicos que también van con el tabaco. ¿Problema? A veces, como los papás saben
para qué es, no le hacen el análisis. Yo aún no he hecho ningún análisis de
cotinina que no salga positivo. ¿Es que no vemos todos por la calle padres
paseando a sus hijos fumando? ¿O padres en el parque con sus hijos? Ahí también
están expuestos al tabaco, aunque sea al aire libre.
Por último, lo malo del tabaco no
es sólo el riesgo de tener problemas en la infancia (¡cuántos niños tengo
asmáticos en la consulta con crisis frecuentes, que entran con olor a tabaco en
la ropa a la consulta y sus padres aún se preguntan por qué están siempre
malos!). El otro gran problema es que los niños copian lo que hacen sus mayores
y sus modelos; si un niño se cría en un ambiente de padres fumadores, ¿cuántas
posibilidades creéis que tendrá de ser fumador en la adolescencia/edad adulta?
Pues según un estudio con 1000 pacientes, publicado en la prestigiosa revista Pediatrics,
los adolescentes hijos de padres que fuman tienen 3 veces más posibilidades de
fumar que los que no tienen padres fumadores. A esto se suma que, según el
estudio ESTUDES, en 2014, un 31.4% de nuestros adolescentes de entre 14 y 18
años consumieron de tabaco en el último año (¡1 de cada 3!).
¿No deberíamos plantearnos, en serio, cambiar los malos hábitos por la salud de
todos?
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
martes, 5 de julio de 2016
La vitamina D no es para que se cierre la fontanela
Vamos a la primera revisión del
pediatra con nuestro bebé, agobiados, miles de preguntas en la cabeza. Nos
manda unas gotas de vitamina, ¿para qué serán?, ¿no serán las famosas gotas
“para que se le cierre la cabeza”? Pues bien, vamos a ver qué son realmente y
para qué sirve de verdad la vitamina D.
La vitamina D es una vitamina
liposoluble, es decir, se disuelve en la grasa. Hay muy pocos alimentos que
tengan vitamina D de manera natural (sobre todo los pescados azules), así que
la mayor parte de la que necesitamos la sintetizamos en la piel con la
exposición al sol. Sea de una manera o de otra, esta forma de vitamina todavía
“no funciona”, por lo que tendrá que pasar por el hígado y el riñón, en los que
sufre una serie de cambios hasta que se activa.
Todas las vitaminas tienen su
función y la vitamina D sirve, principalmente, para mantener el equilibrio del
calcio y el correcto funcionamiento de los huesos. Además, regula otra serie de
funciones de las células. Parece importante, ¿no? Pues es muy importante. Una
falta severa de vitamina D produce raquitismo en los niños y osteomalacia en
los niños y adultos. Una falta no tan severa contribuye a que desarrollemos
osteoporosis y tengamos mayor riesgo de fracturas cuando seamos mayores. Todos
sabemos lo que es la osteoporosis, pero ¿qué son el raquitismo y la osteomalacia? El raquitismo es una
enfermedad que asocia reblandecimiento y debilitamiento de los huesos en
crecimiento, causado por una falta de vitamina D, calcio o fósforo. Los niños
con raquitismo tienen dolor en los huesos, pérdida de fuerza muscular,
deformidades de los dientes, más fracturas óseas, estatura baja y deformidades
del esqueleto o del cráneo (dentro de las que destaca la fontanela grande y con
cierre retrasado). La osteomalacia es algo parecido, pero en los huesos delos más
mayores que ya están formados.
Muy bien, pero ¿qué son las
fontanelas esas? Pues las fontanelas (o molleras) son los puntos de unión de
unos tejidos elásticos (suturas) que quedan entre los huesos de la cabeza del
bebé durante los primeros meses de vida. Las suturas y fontanelas deben quedar
abiertas durante unos meses para que el cráneo y el cerebro del bebé puedan
crecer correctamente. Hay dos fontanelas, una en la parte superior del centro
de la cabeza y otra en centro de la parte de atrás. Tanto las fontanelas como
las suturas se convierten, gradualmente, en hueso cerrado y sólido. La
fontanela posterior generalmente se cierra a los 1 o 2 meses o puede estar ya cerrada
al nacer. La fontanela anterior generalmente se cierra entre los 9 y 18 meses.
Pero a mí me ha dicho mi vecina
que esa vitamina sirve para cerrar la fontanela, ¿es cierto? Pues no he
encontrado ningún estudio médico que mida como resultado el tiempo que tarda en
cerrarse la fontanela anterior en niños que se les ha dado preventivamente la
vitamina D.
Ahora sin ciencia, mi opinión personal, ¿de dónde viene la asociación vitamina
D-cierre de fontanela? Creo que, ya que dentro de los signos de raquitismo está
el que no se cierre la fontanela y eso es algo que los padres ven y/o entienden
(mucho más que darle una vitamina para prevenir una enfermedad rara y muy poco
frecuente en nuestro medio), alguien lo empezó a explicar así y “se nos ha ido
de las manos”. La vitamina D es para prevenir el raquitismo y la osteomalacia
(entre otras cosas).
¿Y cuándo o cómo se la doy?
¿Hasta cuándo? Pues no os creáis que ni entre nosotros mismos nos ponemos muy
de acuerdo. Cosas que parece que tenemos claras,
hasta que haya nuevos datos disponibles.
- Los menores de un año que toman pecho o leche de fórmula deben recibir un suplemento de 400 UI/día de vitamina D, comenzando los primeros días de vida. Estos suplementos se administrarán hasta el año de vida o hasta que el niño tome 1 l diario de leche.
- Los niños mayores de un año, de forma general, con un ratito de exposición al sol es suficiente para la adecuada producción de vitamina D. En época cálida con 10-15 minutos entre las 10h y las 12h, en rostro y parte de los brazos expuestos al sol (sin protección de ropa o cremas) será suficiente.
- Los niños prematuros también necesitan suplemento de vitamina D hasta el año de edad.
- También son grupos de riesgo los niños de hijos de madre vegetariana, niños de piel oscura o con poca exposición al sol.
El suplemento se debe comenzar a
dar los primeros días de vida. Como la primera revisión en la Región de Murcia
es entre los 15 días y el mes, ahí es cuando empezamos a darla. La hora del día
da igual; yo suele recomendarles a los papás que las pongan con el peine o con
las cosas del baño, en un sitio que las vean, porque si no la mayoría de días
se les olvidará. Habitualmente solemos recomendar que se den directamente en la
boca con el gotero o con una cucharita. Si alguna vez las habéis visto, son
aceitosas, así que nunca se mezclarán con la leche en los niños que toman
biberón y no sabemos cuánta cantidad toman.
Como de cualquier medicamento hay
varias marcas, ¿son todas iguales? Obviamente no. Hay dos compuestos, la
vitamina D2 y la D3. Yo uso siempre la D3,
pero conozco compañeros que usan la D2; cuidado, la D3 es
1.7-3 veces más potente que la D2, así que no son las mismas dosis.
Nunca te compares con la vitamina que le está dando tu amiga a su hijo, no vaya
a ser que no sea exactamente igual y os liéis. Hay distintas marcas
comerciales, en función de la que usemos serán entre 2 y 6 gotas al día. La
vitamina D es segura hasta cierto punto, si nos pasamos mucho de dosis, al ser
liposoluble (y no eliminar su exceso por la orina) los niños se pueden
intoxicar (yo he visto ponerse niños muy malitos por pasarse con la dosis de
vitamina D).
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno
(Pediatra2punto0)
viernes, 1 de julio de 2016
Llega la hora de merendar ¿Qué le doy?
Llega la tarde, la hora de merendar, tienen
hambre pero, ¿podemos darles cualquier cosa a los niños? Como poder, podemos
hacer lo que nos dé la gana, pero no debemos hacerlo. Estudios, como el ALADINO en su última edición de 2013, nos
indican que el 43% de los niños de 7 a 8 años tienen exceso de peso (24.6%
sobrepeso y 18.4% obesidad). Según otras estimaciones americanas, unos 43
millones de niños en todo el mundo tienen un peso excesivo, ¿no es
una exageración? La obesidad es una de las grandes plagas del siglo XXI, así
que es nuestra misión cuidar todas y cada una de las comidas de nuestros niños.
Si nos vamos a lo que nos dice la ciencia,
¿cuántas calorías debe tomar un niño cada día? ¿Y cuántas corresponden a la
merienda? La cantidad de calorías que necesitan depende de su edad; a los 2-3 años con unas 1000 kcal al día tendrán
suficiente, pero de 4-8 años necesitarán en torno a 1500-2000 en función del
sexo. Del
total de las calorías diarias, sólo un 10-20% deben corresponder a la merienda.
Así que estamos manejando unas 100-200 kcal para los más pequeños y unas
150-400 kcal para los mayores. ¿Alguna vez habéis leído las etiquetas
nutricionales de lo que les damos a nuestros hijos? Pues aquí os pongo (de
arriba abajo) etiquetas nutricionales de famosas galletas, mezclas de esas de
frutas trituradas (que nos venden como sustitutos de la fruta y tan de moda
ahora para facilitarlo todo) o zumos industriales, que no paramos de ver en las
bocas de los más pequeños de la casa a la hora de la merienda:
Mirad las calorías por cada 100 g o 100 ml y
sacad cuentas, ¿os parece normal? A mí no me sale la cuenta (eso sin contar la
barbaridad de grasas y azúcares que contienen proporcionalmente). Grandes
nutricionistas como Julio Basulto o Juan Revenga indican que
debemos evitar aquellos alimentos que entre los primeros ingredientes de su
composición aparezcan azúcares, tampoco dejan de recordarnos que es fundamental
consumir alimentos lo menos procesados posible, tanto para mayores como
pequeños.
Los niños son niños, les gustan las cosas
llamativas (bien se encarga la industria alimentaria, con su publicidad, de
hacer bastante llamativos los alimentos menos útiles nutricionalmente), les
gusta lo que tiene su amigo. Si por ellos fuera, estarían tomando “marranerías”
a todas horas, están machacados con la publicidad. Nuestra misión es
enseñarles, debemos guiarles en qué es lo mejor para ellos. La
alimentación y la adquisición de hábitos saludables en la infancia es
fundamental para prevenir la obesidad en la edad adulta; de hecho se habla que
los 1000 primeros días de vida (3 años) son tremendamente importantes para el
resto de la vida.
Entonces, ¿qué hago? Pues cambiar el chip. Sigue
5 recomendaciones básicas:
- Debemos tomar, al menos, 5 piezas de fruta y verdura al día, y la merienda es un momento genial para tomar una ración. Cuanto más colores y más llamativa se lo hagamos parecer mejor. Hace días puse fotos de algunos “dibujos” que hacemos en casa con trocitos de fruta cortada, pero seguro que en internet encontráis millones de fotos con sugerencias para hacer la fruta atractiva a los niños.
- Los zumos de frutas, industriales o no, NO sustituyen a una ración de fruta en trozos.
- Evitar alimentos azucarados o tomarlos de manera puntual. Son igual de bollería industrial los croissants como las galletas tipo María; los zumos, sean sin azúcares añadidos o de esos que llevan leche, llevan muchísimo azúcar.
- Evitar alimentos procesados o tomarlos lo mínimo posible. Todo el fiambre no es igual, mucho mejor un buen bocata de jamón serrano que uno de mortadela.
- La bebida oficial es el AGUA.
En casa, tengo un poco de todo; un loco
apasionado de la fruta y un niño que con 3 años comienza a disfrutar de la
fruta, porque lo ha visto en casa y porque lo hemos trabajado mucho. Así que,
llegada la hora de la merienda, negociamos (bueno, la fruta no es negociable).
De merendar hay fruta y algo más; un bocadillo pequeñito, un lácteo, frutos secos
(por favor, CUIDADO con los frutos secos en los niños más pequeños, son la
causa más frecuente de muerte por atragantamiento, así que prohibidos los
duros, les podemos dar pasas, ciruelas, orejones; otro día lo desarrollamos más
el tema) ¿Y dónde quedan las galletas? Bueno, pues algún día también pecamos
con galletas, es normal, pero ellos ya saben que eso es sólo de vez en cuando,
¡no todos los días son fiesta!
Yo también trabajo, voy con prisas siempre y sé
que es mucho más fácil para los papás darles cualquier cosa que compremos o
tengamos en casa “prefabricada”, pero cuidado. Lo mismo que invertimos en educación,
debemos invertir en salud, y la alimentación es salud. Vamos a invertir tiempo
en la alimentación de los pequeños de la casa. ¿Intentamos cambiar el chip?
Hasta la próxima,
Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)
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