miércoles, 27 de julio de 2016

Os espero en pediatra2punto0.com

Como habréis visto, desde ayer estoy de mudanza. Ésta será la última entrada en esta plataforma. ¡Os espero en la web propia http://pediatra2punto0.com!
Hasta la próxima,

Pediatra2punto0 (Dra. Matilde Zornoza Moreno)


viernes, 22 de julio de 2016

¡Maldito tacatá!



¿Cómo puede ser que, cuando uno busca en google “tacatá lesiones” salgan 5.730 resultados o cuando pone “tacatá peligro” salgan 18.700, y aún se siga usando? Pues sí, desgraciadamente se sigue usando.
El otro día vino a la consulta (a punto de matarse con el coche por el camino) una mamá al borde del ataque de nervios. Situación: Sola en casa. Dos niños, uno de 2 años que le pide que le limpie el culete porque ha hecho caca y otro de 7 meses, el cual había dejado a buen recaudo mientras tanto en el tacatá. De repente oye llorar al pequeño. ¿Qué ha pasado? Volcado en el tacatá, con un chichón de dimensiones considerables y la nariz sangrando. Yo también me habría llevado un susto tremendo.
¿Por qué se usa el tacatá? ¿De verdad son necesarios? ¿Hay alguna evidencia de que los niños que usan tacatá anden antes? Pues numerosos artículos indican que los niños que usan tacatá NO ANDAN ANTES que lo que no lo hacen. Incluso algunos (sólo puedo poner la referencia porque el acceso es para usuarios registrados) indican que las puntuaciones en las escalas de desarrollo psicomotor son incluso algo peores en los primeros meses, equiparándose a los niños que no los utilizan sobre los 12-15 meses. Entonces, por ahora no le veo el beneficio al aparato. Vamos a seguir indagando…
¿Son tan peligrosos? Si los siguen vendiendo no lo serán tanto, ¿no? En un estudio americano se indica que, en 2008, 3.298 niños fueron atendidos en los servicios de emergencias por daños asociados al uso del tacatá. Según otro estudio, es 9 veces más frecuente que un niño sufra un accidente en casa si tiene tacatá que si no lo tuviera. Por ahora, lo único que vemos que pueden conseguir los niños que lo usan es alguna lesión y un buen susto para sus padres. La Sociedad Argentina de Pediatría Córdoba refleja estadísticas en las que el 12%-50% de los accidentes infantiles están relacionados con el uso de tacatás. ¿Las lesiones más habituales? Golpes en la cabeza (por vuelcos o caídas de escaleras), fracturas, golpes en los dientes, atrapamiento de dedos o hematomas, entre otros. El problema es la caída en sí y que, como el niño no se suelta del tacatá, éste le cae encima. La mayoría suelen ser lesiones leves, aunque hay casos documentados de ACCIDENTES GRAVES con riesgo de vida para el bebé. 
Entonces, ¿qué dicen los distintos organismos al respecto? Pues la Academia Americana de Pediatría ha solicitado que se imponga una prohibición de venta y fabricación de los andadores con ruedas para bebés. La Alianza Europea para la Seguridad Infantil no recomienda la compra o el uso de andadores, debido al alto riesgo de lesiones que suponen para los niños, animando también a los profesionales sociosanitarios que no fomenten su uso. El único país que tiene prohibido su uso y venta es Canadá, desde 2004. Según mi humilde opinión, el problema aquí es de doble moral. ¿Por qué los organismos competentes a todos los niveles no se  dedican simplemente a prohibirlos, en lugar de no recomendar su uso? Pues yo no tengo contestación a esa pregunta.
Yo tenía la sensación de que el mensaje estaba calando en la sociedad y que hay suficiente información, pero está visto que no. Según distintas encuestas, hasta un 50% de los niños ingleses de 3 a 12 meses tienen tacatá. Además, según estudios (http://pediatrics.aappublications.org/content/101/6/1094.2), hasta un 80% de las lesiones se producen en presencia de los padres; así que no vale la excusa de que “yo no le quito el ojo de encima”. Mi única opción es seguir advirtiendo a los padres de su uso, con información científica y veraz. Por la seguridad de nuestros niños, ¡los tacatás A LA BASURA!
Hasta la próxima,

Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)

sábado, 16 de julio de 2016

El temido “corte de digestión”, ¿existe realmente?

El llamado “corte de digestión” es una expresión en boca de la mayoría de madres y/o abuelas (creo) del mundo a la hora de la siesta, cuando su niño le pide que se quiere bañar. ¿Mito o realidad? ¿Existe realmente? Vamos a ver qué hay de cierto en todo esto.
Pues para empezar “una en la frente”. Buscado y rebuscado por toda la literatura médica,  el “corte de digestión” no está reconocido como una entidad. Todos los años oímos casos de niños (y adultos) que fallecen en el mar o en piscinas, en ocasiones después de comer, pero en otras no. Pero, ¿qué está ocurriendo realmente en estos casos? Pues el nombre correcto es hidrocución o shock termodiferencial (¡qué palabras tan raras!). Realmente es una reacción vagal (como cuando nos vamos a desmayar y nos ponemos pálidos y sudorosos) al meternos en el agua. Si no es muy importante, nos marearemos y vomitaremos; si es más grave, la persona puede perder el conocimiento y, si está en el agua y no está acompañada, ahogarse. Es más frecuente cuando la temperatura del agua es menor de 27ºC y no existe ningún estudio que demuestre una relación clara con el hecho de haber comido antes o no.
Vamos a ver si consigo explicar, de manera sencilla, cómo se produce este shock termodiferencial, que no es tan fácil. Al sumergirnos en el agua, los vasos de la piel y las zonas periféricas de nuestro cuerpo se constriñen (porque  el agua suele tener una temperatura algo menor que la de nuestro cuerpo), disminuyendo también la frecuencia de nuestros latidos, para que llegue más sangre oxigenada al cerebro. Esto se llama reflejo de inmersión, es bueno y nos permite permanecer, en caso de necesidad, más tiempo dentro del agua sin respirar. El problema viene cuando la diferencia de temperatura entre nuestro cuerpo y el agua es tan grande que este reflejo falla. Si a esto le sumamos el que la temperatura de nuestro cuerpo sea mayor (si hemos hecho ejercicio o hemos tomado el sol previamente), pues peor. Por debajo de los 30ºC paran de funcionar los mecanismos que tiene nuestro cuerpo para intentar generar calor, desciende nuestro metabolismo y el consumo de oxígeno. Por cada grado que baja la temperatura del cuerpo, el flujo del cerebro disminuye un 6-7%. También baja mucho la frecuencia de la respiración, reflejando este problema cerebral, y se pueden producir arritmias cardíacas. Entre 32-35ºC la persona puede estar confusa y por debajo de 27ºC la mayoría de las personas están comatosas, aunque pueden responder al dolor intenso. Si la persona es rescatada pronto y se realizan maniobras de reanimación para que vuelva a respirar correctamente, el daño del cerebro por falta de oxígeno es reversible y las posibilidades de que se recupere rápido de manera completa son muy altas. Si no, el desenlace puede ser fatal.
¿Tan frecuentes son los ahogamientos en verano? Pues, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los ahogamientos son la 3ª causa de muerte accidental en el mundo. En 2011, según las estimaciones, murieron por ahogamiento 359.000 personas en todo el mundo (¡una barbaridad!). Los grupos con más riesgo son los niños menores de 4 años, los jóvenes varones de 15 a 25 años y los ancianos.
A veces los ahogamientos no se producen por este mecanismo, sino secundario a otro problema anterior que pueda hacer perder la conciencia, como un golpe antes de entrar al agua, enfermedades como la epilepsia, alcohol o drogas en adolescentes o ejercicios físicos violentos.
La frase “Espera dos horas después de la comida antes de bañarte” es un clásico de nuestros veranos. Pero, ¿tiene algún fundamento científico? NO, el consejo exclusivo de esperar 2 horas tras la ingesta no tiene evidencia conocida (aunque es algo que solemos ver repetido en los distintas guías de seguridad en el agua). Un grupo de profesionales sanitarios andaluces realizaron un estudio, publicado en 2011, para identificar el grado de evidencia científica que tienen los mensajes sobre distintos aspectos de la salud que aparecen en los libros de texto escolares. Casi un 25% del total de los mensajes analizados no tenían evidencia conocida (Entre ellos “respirar por la nariz en lugar de por la boca evita resfriados” o “después de comer no nades, la digestión puede alterarse y puedes sufrir un corte de digestión”); incluso dos mensajes sobre otros aspectos de la salud eran contrarios a la evidencia. ¿Moraleja? No hay que creerse todo lo que leamos, aunque esté en un libro de texto.
¿Cómo podemos prevenirlo? Pues con sentido común. No hay estudios que se hayan hecho para demostrar que unas u otras normas tienen algún grado de evidencia. Ejemplos de medidas de prevención son: Evitar el baño en agua demasiado fría, evitar hacer ejercicio físico intenso antes de bañarse en agua muy fría, educación sobre las medidas de seguridad en el agua y reanimación, evitar consumo de drogas en adolescentes, tener cuidado en las personas con enfermedades previas o esperar un rato a bañarnos en agua demasiado fría si la comida ha sido muy muy copiosa (no es muy normal que un niño haga una comida copiosa en verano).
¿Qué hacemos ante un ahogamiento? Pues creo que es algo tan importante que merece capítulo aparte. Todo el mundo debería estar entrenado en maniobras básicas de reanimación y, según mi opinión, es algo que se debería aprender desde el colegio porque SALVA VIDAS. Lo que sí hay que tener grabado a fuego es que, ante cualquier emergencia, hay que llamar al 112. Hoy nos quedamos en los mitos y realidades y en lo más importante, la PREVENCIÓN. Si no hay ahogamiento, hidrocución, shock termodiferencial, o como queramos llamarlo, no tendremos que actuar ni lamentar. En verano, vigilemos a los pequeños de la casa y enseñémosles conductas responsables en el agua.
 Hasta la próxima,

Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)

lunes, 11 de julio de 2016

¿Botulismo? ¿Con qué tenemos que llevar cuidado?

Hace unos días saltó la noticia, en distintos medios de comunicación, que dos bomberos habían sido ingresados por botulismo (relacionado con el consumo de alubias en conserva) en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital catalán, evolucionando favorablemente. En la misma semana, la Consejería de Sanidad de la Región de Murcia también nos ha alertado sobre la posibilidad de que una conserva de ensalada de bacalao pudiese estar contaminada y ser foco de la misma enfermedad. ¿Sabemos qué el botulismo? ¿Qué cuidados debemos tener en los niños? Como siempre, veamos lo que nos dice la ciencia.


El botulismo es una enfermedad bastante poco frecuente, pero grave, incluso mortal (5-10%), si no nos damos cuenta temprano de qué es lo que está pasando y le ponemos el tratamiento correcto. En los adultos y los niños mayores se debe a la ingesta de un alimento contaminado por una toxina. Vamos a ver un poco mejor de qué va todo esto. La bacteria Clostridium Botulinum es una bacteria que produce unas esporas. Estas esporas sobreviven a altas temperaturas y pueden germinar con poco oxígeno; en su crecimiento, las esporas pueden liberar una toxina, la toxina botulínica. Si tomamos conservas que no se han preparado correctamente, la bacteria o sus esporas sobreviven en ese alimento (ya que las conservas suelen tener poco oxígeno en su interior), pudiendo producir la toxina, que será lo que nos comamos y nos produzca la enfermedad. El botulismo también se puede transmitir por heridas infectadas o por inhalación, pero no es el caso de hoy, así que no lo vamos a comentar ahora. 
Entonces, ¿qué nos pasaría si tomásemos una conserva en mal estado que contenga esa toxina? Pues los síntomas empiezan pronto, sobre las 12-36 horas de haber tomado el alimento con la toxina. Al principio el niño (o el adulto) está muy débil y cansado, algo mareado; luego verá borroso, tendrá la boca seca y le costará hablar y tragar. A veces también hay vómitos, diarrea, estreñimiento o veremos la barriga inflamada. El problema es que, si es una forma grave (ahora veremos que es más frecuente en bebés menores de un año), se pueden debilitar los músculos del cuello o de los brazos y, luego, los músculos de las piernas o los músculos que nos ayudan a respirar.
La bacteria Clostridium Botulinum necesita determinadas condiciones para crecer. Crece con poco oxígeno y a una temperatura determinada, pero no crece en alimentos ácidos. Si una conserva está hecha en casa sin precaución o mal procesada, puede que tenga toxina y darnos este problema. ¿Qué conservas es más posible que estén afectadas? Pues las de judías verdes, espinacas, setas, remolacha, pescados como el atún en lata, pescados salados y ahumados o productos cárnicos, como el jamón o las salchichas, ya que son menos ácidos. ¿Cómo podemos evitar que una conserva con Clostridium Botulinum produzca esporas y éstas, a su vez, liberen toxina? Pues lo primero es evitar que la conserva se contamine por esta bacteria, con higiene, higiene e higiene; en caso de que ya tuviese toxina, la podemos destruir hirviendo la conserva a más de 85ºC durante, al menos, 5 minutos. Y todo esto ¿qué quiere decir? ¿Ya no puedo cocinar en casa una ensalada con alubias en conserva? ¡Claro que sí! Pero usa marcas que sean de confianza, que el bote tenga bien hecho el vacío, que la lata no tenga defectos. No consumas conservas que haya hecho cualquier amigo en casa, si no tiene unas mínimas garantías, por muy buena voluntad que le haya puesto al hacerla.
En los bebés menores de un año tenemos un problema distinto con el botulismo, ¿por qué? Pues, a diferencia de lo comentado hasta ahora en los mayores, el bebé pequeño no suele tomar la toxina directamente, sino las esporas. Como las defensas a esta edad no están del todo maduras, las esporas crecen en el intestino del bebé, donde liberan las toxinas (en los niños más mayores y en los adultos, si ingiriésemos esporas, nuestras defensas sí que serían capaces de destruirlas antes de que produjesen toxina). Los síntomas que aparecen en los menores de un año también son distintos: Estreñimiento, menos apetito, el bebé está más débil, llora de manera distinta y pierde el control de la cabeza; como el botulismo a esta edad es más grave, es más probable que aparezca debilidad en los músculos respiratorios. Vale, pero un bebé de menos de un año no es muy habitual que tome conservas, ¿no?, entonces ¿con qué tengo que llevar cuidado principalmente? Con la MIEL y con el almíbar de maíz, consumido en otros países. Seguro que los que tenéis bebés pequeños, cuando hayáis ido a la revisión de los 6 meses (que es cuando solemos explicar todo el tema de la alimentación complementaria), vuestro pediatra os habrá comentado que nada de miel, al menos hasta el año. Pues esto tiene una justificación científica (bueno dos motivos, mejor dicho) y no es capricho del pediatra. El primer motivo es, como ya os he comentado, el mayor riesgo de botulismo a esta edad y que, además, es más grave. Segundo motivo, porque la miel es una bomba calórica y de azúcar que un niño tan pequeño no necesita para nada. Entonces, probablemente, aparezca alguna abuela criticando al pediatra; ella, cuando criaba, mojaba el chupete de sus “nenes” en miel para que se callasen y nunca les pasó nada. ¡Qué exagerado es el pediatra! No todos los menores de un año que tomen miel están abocados a sufrir un botulismo (caries desde muy pequeño es probable que sí), pero sí que tiene más papeletas. Esto son probabilidades, antes la mortalidad infantil era mayor… Allá cada uno…
Con respecto al diagnóstico y tratamiento no voy a comentar nada, no creo que venga al caso. Lo importante, la PREVENCIÓN: Mucha, mucha, mucha higiene si preparamos conservas en casa. La industria alimentaria ya ha diseñado sus mecanismos para “desactivar” las esporas, como la termoesterilización, la pasteurización comercial (aunque no siempre es 100% efectiva) o la combinación de la temperatura de refrigeración con el contenido en sal y/o la acidez de la conserva, con lo que se puede evitar el crecimiento de la bacteria Clostridium Botulinum, sus esporas y el que liberen toxinas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) da 5 recomendaciones para los manipuladores de alimentos y los consumidores, para que nuestros alimentos sean más seguros:
  1. Higiene.
  2. Separar alimentos crudos y cocidos.
  3. Cocción total.
  4. Mantener los alimentos a temperaturas seguras.
  5. Utilizar agua potable y que los ingredientes crudos sean seguros.
 
Hasta la próxima,

Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)
PD: Podéis ampliar información en este interesante enlace de Healthy Children, de la Asociación Americana de Pediatría, actualizado la semana pasada.

viernes, 8 de julio de 2016

¿Alguien duda que el tabaco es malo para los niños?

El otro día, hablando con amigas, comentábamos sobre el tabaco y los niños. Me dio alegría porque, algunas de ellas fumadoras, entendían que con niños NO se puede fumar. En la consulta, a diario, tengo padres fumadores y es un gran problema.
En la primera revisión que paso a cualquier niño, igual que indago en los antecedentes de la familia, también pregunto sobre si los padres son fumadores, para poder aconsejarlos. Sé que la mayoría de veces mis consejos caen en “saco roto”, pero si puedo evitar que la exposición de un solo niño al humo del tabaco merecerá la pena.
Según la Organización Mundial de la Salud, el tabaco es una de las grandes epidemias, que se ha hecho mucho más frecuente en la mayoría de los países desarrollados a lo largo del siglo XX y con ello todas las enfermedades que asocia. Más de un billón de adultos son fumadores en todo el mundo ¿conocemos las consecuencias que suponen para los niños de su alrededor? El humo del tabaco tiene más de 7.000 sustancias químicas, de las que 250 son tóxicos conocidos. Sabemos que un adulto que fuma tendrá más riesgo de cáncer de pulmón, de infarto o de problemas pulmonares, pero ¿sabemos lo que supone para un niño que se fume (o haya fumado) al lado suyo? Porque, aunque el niño no fume directamente, si su padre o alguien a su alrededor fuma, tendrá una serie de riesgos asociados por ser un fumador pasivo. El fumador pasivo está expuesto al humo que sale del cigarrillo, al humo exhalado por el fumador, además de a todas aquellas sustancias que se depositan en la piel del fumador, su ropa o las distintas superficies que están a su alrededor.
Yo, habitualmente en esa primera revisión, le explico a los papás los riesgos para su hijo de que se fume a su alrededor, para que entiendan que esto no es capricho mío. Vale ¿y cuáles son esas consecuencias que tiene para un niño que se fume (o haya fumado) a su alrededor? 
Después de todo esto pensaréis que los padres salen corriendo a tirar todo el tabaco que les queda en casa, ¿no? Pues no es así. A muchos les sienta hasta mal lo que les digo y niegan que suponga ningún problema para el niño. Excusas varias, que fuman fuera de casa, que fuman en la galería, que no fuman delante de los niños… Me da igual. La nicotina y otras sustancias tóxicas se pegan “como una lapa” a nuestro cuerpo. ¿Los fumadores llevan cuidado después de fumar? ¿Se lavan las manos con las que luego tocan a sus hijos? ¿Se lavan la boca con la que luego les dan besos? ¿Se cambian de ropa donde se impregnan todos esos tóxicos? Yo creo que no, que los papás fumadores no son tan escrupulosos. Pues aunque no fumes delante de tu hijo también le pueden estar llegando sustancias del tabaco. Lo que yo me encuentro en la consulta es que los niños huelen a tabaco, el humo se pega en todos sitios con facilidad. En estos casos, mi última herramienta es hacer una analítica para demostrar a los padres que el niño está respirando nicotina. La cotinina es un producto de la nicotina que se puede medir en sangre, orina o saliva. En los niños la solemos medir en la orina para cuantificar su exposición al tabaco, pero no nos da el nivel de exposición al monóxido de carbono u otros tóxicos que también van con el tabaco. ¿Problema? A veces, como los papás saben para qué es, no le hacen el análisis. Yo aún no he hecho ningún análisis de cotinina que no salga positivo. ¿Es que no vemos todos por la calle padres paseando a sus hijos fumando? ¿O padres en el parque con sus hijos? Ahí también están expuestos al tabaco, aunque sea al aire libre. 
Por último, lo malo del tabaco no es sólo el riesgo de tener problemas en la infancia (¡cuántos niños tengo asmáticos en la consulta con crisis frecuentes, que entran con olor a tabaco en la ropa a la consulta y sus padres aún se preguntan por qué están siempre malos!). El otro gran problema es que los niños copian lo que hacen sus mayores y sus modelos; si un niño se cría en un ambiente de padres fumadores, ¿cuántas posibilidades creéis que tendrá de ser fumador en la adolescencia/edad adulta? Pues según un estudio con 1000 pacientes, publicado en la prestigiosa revista Pediatrics, los adolescentes hijos de padres que fuman tienen 3 veces más posibilidades de fumar que los que no tienen padres fumadores. A esto se suma que, según el estudio ESTUDES, en 2014, un 31.4% de nuestros adolescentes de entre 14 y 18 años consumieron de tabaco en el último año (¡1 de cada 3!). ¿No deberíamos plantearnos, en serio, cambiar los malos hábitos por la salud de todos?
Hasta la próxima,

Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)

martes, 5 de julio de 2016

La vitamina D no es para que se cierre la fontanela

Vamos a la primera revisión del pediatra con nuestro bebé, agobiados, miles de preguntas en la cabeza. Nos manda unas gotas de vitamina, ¿para qué serán?, ¿no serán las famosas gotas “para que se le cierre la cabeza”? Pues bien, vamos a ver qué son realmente y para qué sirve de verdad la vitamina D.
La vitamina D es una vitamina liposoluble, es decir, se disuelve en la grasa. Hay muy pocos alimentos que tengan vitamina D de manera natural (sobre todo los pescados azules), así que la mayor parte de la que necesitamos la sintetizamos en la piel con la exposición al sol. Sea de una manera o de otra, esta forma de vitamina todavía “no funciona”, por lo que tendrá que pasar por el hígado y el riñón, en los que sufre una serie de cambios hasta que se activa.
Todas las vitaminas tienen su función y la vitamina D sirve, principalmente, para mantener el equilibrio del calcio y el correcto funcionamiento de los huesos. Además, regula otra serie de funciones de las células. Parece importante, ¿no? Pues es muy importante. Una falta severa de vitamina D produce raquitismo en los niños y osteomalacia en los niños y adultos. Una falta no tan severa contribuye a que desarrollemos osteoporosis y tengamos mayor riesgo de fracturas cuando seamos mayores. Todos sabemos lo que es la osteoporosis, pero ¿qué son el raquitismo y la osteomalacia? El raquitismo es una enfermedad que asocia reblandecimiento y debilitamiento de los huesos en crecimiento, causado por una falta de vitamina D, calcio o fósforo. Los niños con raquitismo tienen dolor en los huesos, pérdida de fuerza muscular, deformidades de los dientes, más fracturas óseas, estatura baja y deformidades del esqueleto o del cráneo (dentro de las que destaca la fontanela grande y con cierre retrasado). La osteomalacia es algo parecido, pero en los huesos delos más mayores que ya están formados.  
Muy bien, pero ¿qué son las fontanelas esas? Pues las fontanelas (o molleras) son los puntos de unión de unos tejidos elásticos (suturas) que quedan entre los huesos de la cabeza del bebé durante los primeros meses de vida. Las suturas y fontanelas deben quedar abiertas durante unos meses para que el cráneo y el cerebro del bebé puedan crecer correctamente. Hay dos fontanelas, una en la parte superior del centro de la cabeza y otra en centro de la parte de atrás. Tanto las fontanelas como las suturas se convierten, gradualmente, en hueso cerrado y sólido. La fontanela posterior generalmente se cierra a los 1 o 2 meses o puede estar ya cerrada al nacer. La fontanela anterior generalmente se cierra entre los 9 y 18 meses.
Pero a mí me ha dicho mi vecina que esa vitamina sirve para cerrar la fontanela, ¿es cierto? Pues no he encontrado ningún estudio médico que mida como resultado el tiempo que tarda en cerrarse la fontanela anterior en niños que se les ha dado preventivamente la vitamina D. Ahora sin ciencia, mi opinión personal, ¿de dónde viene la asociación vitamina D-cierre de fontanela? Creo que, ya que dentro de los signos de raquitismo está el que no se cierre la fontanela y eso es algo que los padres ven y/o entienden (mucho más que darle una vitamina para prevenir una enfermedad rara y muy poco frecuente en nuestro medio), alguien lo empezó a explicar así y “se nos ha ido de las manos”. La vitamina D es para prevenir el raquitismo y la osteomalacia (entre otras cosas).
¿Y cuándo o cómo se la doy? ¿Hasta cuándo? Pues no os creáis que ni entre nosotros mismos nos ponemos muy de acuerdo. Cosas que parece que tenemos claras, hasta que haya nuevos datos disponibles.

  • Los menores de un año que toman pecho o leche de fórmula deben recibir un suplemento de 400 UI/día de vitamina D, comenzando los primeros días de vida. Estos suplementos se administrarán hasta el año de vida o hasta que el niño tome 1 l diario de leche.
  • Los niños mayores de un año, de forma general, con un ratito de exposición al sol es suficiente para la adecuada producción de vitamina D. En época cálida con 10-15 minutos entre las 10h y las 12h, en rostro y parte de los brazos expuestos al sol (sin protección de ropa o cremas) será suficiente.
  • Los niños prematuros también necesitan suplemento de vitamina D hasta el año de edad.
  • También son grupos de riesgo los niños de hijos de madre vegetariana, niños de piel oscura o con poca exposición al sol.

El suplemento se debe comenzar a dar los primeros días de vida. Como la primera revisión en la Región de Murcia es entre los 15 días y el mes, ahí es cuando empezamos a darla. La hora del día da igual; yo suele recomendarles a los papás que las pongan con el peine o con las cosas del baño, en un sitio que las vean, porque si no la mayoría de días se les olvidará. Habitualmente solemos recomendar que se den directamente en la boca con el gotero o con una cucharita. Si alguna vez las habéis visto, son aceitosas, así que nunca se mezclarán con la leche en los niños que toman biberón y no sabemos cuánta cantidad toman. 
Como de cualquier medicamento hay varias marcas, ¿son todas iguales? Obviamente no. Hay dos compuestos, la vitamina D2 y la D3. Yo uso siempre la D3, pero conozco compañeros que usan la D2; cuidado, la D3 es 1.7-3 veces más potente que la D2, así que no son las mismas dosis. Nunca te compares con la vitamina que le está dando tu amiga a su hijo, no vaya a ser que no sea exactamente igual y os liéis. Hay distintas marcas comerciales, en función de la que usemos serán entre 2 y 6 gotas al día. La vitamina D es segura hasta cierto punto, si nos pasamos mucho de dosis, al ser liposoluble (y no eliminar su exceso por la orina) los niños se pueden intoxicar (yo he visto ponerse niños muy malitos por pasarse con la dosis de vitamina D).
Hasta la próxima,

Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)

viernes, 1 de julio de 2016

Llega la hora de merendar ¿Qué le doy?

Llega la tarde, la hora de merendar, tienen hambre pero, ¿podemos darles cualquier cosa a los niños? Como poder, podemos hacer lo que nos dé la gana, pero no debemos hacerlo. Estudios, como el ALADINO en su última edición de 2013, nos indican que el 43% de los niños de 7 a 8 años tienen exceso de peso (24.6% sobrepeso y 18.4% obesidad). Según otras estimaciones americanas, unos 43 millones de niños en todo el mundo tienen un peso excesivo, ¿no es una exageración? La obesidad es una de las grandes plagas del siglo XXI, así que es nuestra misión cuidar todas y cada una de las comidas de nuestros niños.

 Si nos vamos a lo que nos dice la ciencia, ¿cuántas calorías debe tomar un niño cada día? ¿Y cuántas corresponden a la merienda? La cantidad de calorías que necesitan depende de su edad; a los 2-3  años con unas 1000 kcal al día tendrán suficiente, pero de 4-8 años necesitarán en torno a 1500-2000 en función del sexo. Del total de las calorías diarias, sólo un 10-20% deben corresponder a la merienda. Así que estamos manejando unas 100-200 kcal para los más pequeños y unas 150-400 kcal para los mayores. ¿Alguna vez habéis leído las etiquetas nutricionales de lo que les damos a nuestros hijos? Pues aquí os pongo (de arriba abajo) etiquetas nutricionales de famosas galletas, mezclas de esas de frutas trituradas (que nos venden como sustitutos de la fruta y tan de moda ahora para facilitarlo todo) o zumos industriales, que no paramos de ver en las bocas de los más pequeños de la casa a la hora de la merienda:

 



Mirad las calorías por cada 100 g o 100 ml y sacad cuentas, ¿os parece normal? A mí no me sale la cuenta (eso sin contar la barbaridad de grasas y azúcares que contienen proporcionalmente). Grandes nutricionistas como Julio Basulto o Juan Revenga indican que debemos evitar aquellos alimentos que entre los primeros ingredientes de su composición aparezcan azúcares, tampoco dejan de recordarnos que es fundamental consumir alimentos lo menos procesados posible, tanto para mayores como pequeños.
Los niños son niños, les gustan las cosas llamativas (bien se encarga la industria alimentaria, con su publicidad, de hacer bastante llamativos los alimentos menos útiles nutricionalmente), les gusta lo que tiene su amigo. Si por ellos fuera, estarían tomando “marranerías” a todas horas, están machacados con la publicidad. Nuestra misión es enseñarles, debemos guiarles en qué es lo mejor para ellos. La alimentación y la adquisición de hábitos saludables en la infancia es fundamental para prevenir la obesidad en la edad adulta; de hecho se habla que los 1000 primeros días de vida (3 años) son tremendamente importantes para el resto de la vida.
Entonces, ¿qué hago? Pues cambiar el chip. Sigue 5 recomendaciones básicas:
  • Debemos tomar, al menos, 5 piezas de fruta y verdura al día, y la merienda es un momento genial para tomar una ración. Cuanto más colores y más llamativa se lo hagamos parecer mejor. Hace días puse fotos de algunos “dibujos” que hacemos en casa con trocitos de fruta cortada, pero seguro que en internet encontráis millones de fotos con sugerencias para hacer la fruta atractiva a los niños.
  • Los zumos de frutas, industriales o no, NO sustituyen a una ración de fruta en trozos.
  • Evitar alimentos azucarados o tomarlos de manera puntual. Son igual de bollería industrial los croissants como las galletas tipo María; los zumos, sean sin azúcares añadidos o de esos que llevan leche, llevan muchísimo azúcar.
  • Evitar alimentos procesados o tomarlos lo mínimo posible. Todo el fiambre no es igual, mucho mejor un buen bocata de jamón serrano que uno de mortadela.
  • La bebida oficial es el AGUA.
En casa, tengo un poco de todo; un loco apasionado de la fruta y un niño que con 3 años comienza a disfrutar de la fruta, porque lo ha visto en casa y porque lo hemos trabajado mucho. Así que, llegada la hora de la merienda, negociamos (bueno, la fruta no es negociable). De merendar hay fruta y algo más; un bocadillo pequeñito, un lácteo, frutos secos (por favor, CUIDADO con los frutos secos en los niños más pequeños, son la causa más frecuente de muerte por atragantamiento, así que prohibidos los duros, les podemos dar pasas, ciruelas, orejones; otro día lo desarrollamos más el tema) ¿Y dónde quedan las galletas? Bueno, pues algún día también pecamos con galletas, es normal, pero ellos ya saben que eso es sólo de vez en cuando, ¡no todos los días son fiesta!
Yo también trabajo, voy con prisas siempre y sé que es mucho más fácil para los papás darles cualquier cosa que compremos o tengamos en casa “prefabricada”, pero cuidado. Lo mismo que invertimos en educación, debemos invertir en salud, y la alimentación es salud. Vamos a invertir tiempo en la alimentación de los pequeños de la casa. ¿Intentamos cambiar el chip?
Hasta la próxima,

Dra. Matilde Zornoza Moreno (Pediatra2punto0)